Entrevista al Maestro José Novoa Vela

1.- ¿Cómo nació su vocación de ser maestro?
En mi infancia tuve la suerte de ser educado por excelentes maestros. Qué decir de mis maestros de secundaria, la mayor parte de ellos salesianos,  realmente marcaron huella. Con su estilo y dedicación influyeron  mucho en mi decisión vocacional. Igualmente durante mis estudios de filosofía en el seminario de Santo Toribio tuve la oportunidad de ser guiado por sabios y santos maestros.
Todo este ambiente vivido durante mi niñez, adolescencia y juventud, de una u otra manera, influyó positivamente para dedicarme a esta noble tarea de educar mentes y corazones.
Sin embargo, como en toda búsqueda, no faltan momentos de indecisión y crisis. Fue así que después de tres o cuatro años de trabajo docente pensé migrar a otro tipo de tareas. Realicé tres meses de prácticas de administración en el Ministerio de Economía y Finanzas rodeado de escritos y papeles. Esto me hizo reflexionar que el trabajo con niños y adolescentes era algo muy diferente, dinámico, interactivo, una tarea de dar vida.  En palabras del papa Francisco “un trabajo precioso porque permite ver crecer día a día a las personas que han sido confiadas a nuestro cuidado”. A partir de esto se clarificó mi vocación de maestro.
2.- ¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al venir a trabajar al colegio Claretiano allá por los años setenta?
La verdad es que antes de iniciar mi labor docente en el Colegio Claretiano ya conocía bastante de él, puesto que con frecuencia teníamos intercambio deportivo entre los estudiantes de quinto de secundaria y los seminaristas,  por la cercanía compartíamos  las instalaciones deportivas del seminario. En esas circunstancias pude observar la presencia de muchos sacerdotes claretianos dedicados a la pastoral del colegio y me llamó  la atención  su entrega y  enorme influencia en la formación de los jóvenes.
Cuando en marzo de  1968, hace 47 años,  postulé a una plaza docente, fui recibido por el Director P. Edualdo Rojo y el P. Superior Juan Rodríguez quienes me acogieron con mucho cariño y me asignaron una sección de  tercer grado de primaria con sesenta alumnos. Todo esto se inició en el antiguo local de Magdalena. Comencé el año escolar con mucha ilusión y  tremendas ganas de trabajar y hacer apostolado. Me sentí profundamente realizado y mi preocupación era ver felices a mis alumnos jugando, estudiando y progresando.
3.- ¿Cuánto tiempo estuvo en aula, qué asignaturas enseñó? Cuéntenos alguna experiencia más grata que recuerde.
Como  comentaba, me inicié en Magdalena con tercer grado de primaria, hasta que pasamos  a Maranga en 1971, inaugurando este nuevo y flamante local. En este periodo rotaba entre quinto y sexto grado hasta 1981, teniendo a mi cargo la asignatura de Comunicación. Tuve la suerte de compartir estos grados con dos excelentes profesores  como el Prof. Gonzalo Fernández quien enseñaba la Matemática y Guillermo Villón que enseñaba las Ciencias Naturales. Por ese entonces ya nos habíamos adelantado a la polidocencia en quinto y sexto grado, cosa que en el Estado aún no se hacía.
 A partir de 1981 pasé a integrar el equipo de Coordinación Pedagógica como coordinador de primaria hasta 1985. En este equipo compartí con grandes maestros  como Lindvergth Tello, Miguel Destua, Hugo Díaz, Jorge Pando. Igualmente gocé del privilegio de trabajar bajo la dirección de excelentes misioneros claretianos y maestros como los padres Ángel Garrido, Isidro Bernal, Ángel Núñez y Victorio Robles, de quienes aprendí no sólo su laboriosidad, sino sobre todo, su entrega y dinamismo en la labor educativa.
En 1986 pasé a ser Coordinador General del colegio, desempeñando este cargo hasta 1996, año en que se me nombra subdirector de secundaria, responsabilidad encomendada  hasta la fecha. En realidad, son 47 años de intensa labor docente compartida con mucha entrega y entusiasmo, en una interacción dinámica y positiva con cientos de estudiantes y colegas que han  contribuido al enriquecimiento personal y profesional.
Durante este tiempo han ocurrido muchas vivencias gratas y otras difíciles e ingratas. Cómo no recordar que   en 1973, en el mes de enero, todos los docentes fuimos subrogados,  por problemas sindicales, hasta que en el mes de marzo se nos reincorporó por orden del Ministerio de Trabajo. Esto ocurrió días después que había contraído matrimonio y me encontraba en Buenos Aires en viaje de bodas. En estas circunstancias ya había planificado migrar a otra institución, pero  Dios quiso que siguiera en la obra claretiana.
Le contaré de algo anecdótico  en relación a un reconocido exalumno nuestro, Juan José Chuquisengo concertista internacional de piano  clásico. Fue premio de excelencia en el año 1980, había estudiado piano en el Conservatorio Nacional  de Música desde los 7 años. Su padre era un famoso abogado asimilado a la policía y quería que su hijo también fuera igual que él. Afirmaba que su deseo era que Juan José estudiara música como pasatiempo pero no como para que se dedicara a ella profesionalmente. Cuando le dijo que quería seguir estudiando música dio el grito al cielo, y vino al colegio a pedir que convenciera a su hijo para que estudiara Derecho. Recuerdo que hablé con Juan José y  me contestó que  por mí y para complacer a su padre postularía a San Marcos. Así lo hizo, ingresó y estudió algunos ciclos. Mientras tanto se vinculó con un famoso instituto de música en Alemania y viajó para estudiar allá. Lamentablemente su padre  no pudo verlo realizado y exitoso músico internacional, por que falleció antes.
4.- Desde su experiencia ¿Cómo un maestro debe llegar a su alumno para ayudarle a ser mejor? Cuéntenos  una experiencia de las que más se ha sentido orgulloso.
Pienso que el trabajo docente debe ir guiado por esa mística que el Padre Claret nos enseña cuando expresa su preocupación de formar  a la persona  en forma integral; con su postulado “verdad para la inteligencia y bondad para el corazón”.
 El maestro debe estar convencido que no  basta ser un buen instructor y dominar su materia, sino que todo ello debe estar imbuido de mucho amor y entrega a sus alumnos. En nuestro  trato debemos comenzar resaltando las cualidades y capacidades positivas de nuestros estudiantes, al estilo de nuestro patrón, para luego corregir los pequeños defectos que se encuentren. Tomemos nota lo que nos dice el Padre Claret en su autobiografía: “Aprendí  cuánto conviene el tratar con afabilidad y agrado, aún a los más rudos, y cómo es verdad  que mejor partido se saca del andar con dulzura que con aspereza y  enfado” (Aut. 34)
En ese entonces, con aulas tan numerosas de 55 a 60 estudiantes, había que ingeniarse para captar su atención. Una estrategia que empleaba era hacer cantar a los niños. Los encantaba. Cantábamos en cada intercambio de hora y los chicos elegían la canción. Esto me valió la chapa de “Pajarito”, mote que me acompañó por mucho tiempo.
Caso curioso, que pasados muchos años al cumplir sus Bodas de Plata una de las promociones, se acercó uno de ellos y me dijo que se acordaba de las canciones que aprendimos y que muchas de ellas las había enseñado a sus hijos.
 Me ocurrió también algo preocupante con un estudiante. Al comenzar el año escolar, los primeros días  de mayo  un niño empezó a faltar a clases y la mamá se presentó y con mucha pena me expresó que el niño no venía porque me tenía miedo y que cuando se alistaba para venir tenía problemas del estómago. Al conocer esto me preocupé sumamente y de inmediato visité al niño en su casa manifestándole mi preocupación y pidiéndole perdón si le había originado temor o miedo. A partir de ese entonces asistió puntualmente y se convirtió en uno de mis mejores amigos.
Estoy convencido que si el estudiante observa nuestra preocupación y cariño incondicional se convierte en nuestro mejor aliado y trata en lo posible  de quedar bien con uno. No hay nada más gratificante para un profesor que el agradecimiento de sus estudiantes, el cual puede expresarse en palabras, gestos o simplemente el rendimiento y resultados óptimos que obtienen al final de cada año lectivo.
5.- ¿El trato con los padres de familia es el mismo de cuando comenzó, o es distinto en este tiempo? ¿Cómo debemos hacerlo hoy?
No debemos olvidar que  el quehacer pedagógico está íntimamente vinculado a personas, sean  estudiantes,  padres de familia  o los compañeros de trabajo. En tal sentido, las personas son las mismas al margen de los tiempos o de  la época, por lo que el trato con padres de familia es el mismo con la diferencia de que en muchos casos el compromiso de las familias de hace veinte o  treinta años atrás era mayor.
La primera actitud ante un padre de familia debe ser para brindarle confianza, comenzar el diálogo hablando de los aspectos positivos, cualidades y virtudes de sus hijos, para luego presentarles los aspectos a mejorar en lo actitudinal o pedagógico. Todo padre de familia se siente motivado cuando percibe que tenemos interés y dedicación por sus hijos.
6.-A partir de su experiencia  ¿Qué recomendaciones daría a los maestros que recién entran a colaborar con nosotros, en la gran labor de la actividad formativa de  nuestros estudiantes?
En primer lugar es muy importante tener en cuenta  el dicho popular “nadie ama lo que no conoce”. Por lo que la primera inquietud debe ser conocer bien nuestro ideario, la misión, visión, objetivos de la calidad,  la vida del Fundador, el reglamento interno, etc. En una palabra buscar identificarnos con la institución.
Planificar bien nuestra programación, unidades y sesiones  de aprendizaje, preparar bien las clases procurando que sean motivadoras. Tratar a los estudiantes con respeto y cariño, llamarlos  por sus nombres. Identificar las fortalezas y debilidades de cada aula. Siguiendo el consejo del papa Francisco “amar con mayor intensidad a los estudiantes más difíciles, más débiles,  más desfavorecidos, a los que no quieren estudiar.“
Algo muy importante desde la visión de Escuela Católica es dar testimonio de vida cristiana, ser coherentes,  frecuentar los sacramentos, visitar diariamente  el Santísimo  en la capilla y orar con y  por nuestros estudiantes, sobre todo por los que más lo necesitan.

7.- Cree usted que el tener un sistema de Gestión de la Calidad nos ha permitido mejorar en nuestro colegio? En qué nos ayuda?
Estoy convencido que el haber obtenido la certificación ISO 9001:2008 y tener implementado el sistema de Gestión de la Calidad nos obliga, acordes con la filosofía de la mejora continua, a estar en permanente evaluación, constante mejora, vigilancia y control de todos nuestros procesos.

 Siempre hemos sido considerados en nuestro entorno como un buen colegio, un colegio de calidad, pero si esto nos lo certifica una institución internacional nos da más credibilidad y prestigio. La certificación nos ha permitido organizarnos y sistematizar mejor todos nuestros procesos, asumir nuevos retos, reformular nuestros objetivos, utilizar nueva terminología, interiorizar la importancia de la satisfacción del cliente, asumir y evaluar las encuestas de satisfacción, compartir y delegar funciones y algo muy importante: se ha fortalecido el trabajo en equipo. La gestión de la calidad es una tarea que se construye día a día, se vive, se experimenta, decimos  que es tarea de todos a la que  debemos involucrarnos y comprometernos constantemente.

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